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El pueblo de Faro, en la parroquia de Limanes dentro del concejo de Oviedo, es tierra pionera de la cerámica asturiana. En esta zona se pueden encontrar los tres tipos de barro que utilizaban para su elaboración: barro común, barro blanco y barrucu.

Su alfarería llegó a constituir una importante industria, cuando los artesanos de Faro abastecían al centro de la región de los utensilios propios de la época.

Arqueológicamente se ha comprobado que la producción de alfarería en la aldea de Faro se remonta al menos al siglo XI, ya que se halló un horno medieval y muchos restos de cerámica negra.

También encontramos testimonios escritos de este trabajo en el cartulario del Convento de San Vicente de Oviedo, que data del año 1079. Desde que llegó la época de la industrialización, cuando el vidrio y el metal vinieron a suplir rotundamente los usos del barro, Faro se fue despoblando y sus alfareros fueron emigrando a núcleos rurales, donde aún eran necesarios sus productos.

El oriente de Asturias acaparó buena parte de esa emigración, siendo famoso los alfareros de Piloña, Parres y principalmente Cangas de Onís, donde llegaron a existir hasta cinco alfarerías.

Actualmente en la aldea de Faro solo queda un alfarero que ha heredado el oficio de sus antepasados generación tras generación.