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En el transcurso del s.XIX se produjo un cambio en la sociedad española, de forma que el ocio pasa de ser patrimonio exclusivo de la nobleza a formar parte también de la vida burguesa. Este cambio se manifiesta en la creación de nuevos espacios para la socialización que podían ser tanto espacios al aire libre, como plazas, alamedas, paseos, como espacios interiores, con la creación de sociedades, círculos, casinos.

En estos centros de reunión social, uno de sus principales entretenimientos eran los bailes, que podían ser de máscaras o bailes de sociedad. Los bailes de máscaras, celebrados no sólo en carnaval, eran la excusa perfecta para que la alta sociedad diera rienda suelta a su imaginación y vistiese imaginativos trajes, con elaborados complementos y máscaras.

En estos bailes, el carné de baile fue un complemento femenino imprescindible. Los carnés de baile podían ser propiedad de las damas, en este caso solían ser realizados con diferentes materiales según su estado civil (nácar para las solteras, marfil para las casadas o azabache para las viudas) o carnés de cartón, como los conservados en el Archivo Municipal, que se entregaban a la entrada con el programa impreso de las piezas que la orquesta iba a tocar y su orden. Para apuntar, el carné llevaba unido, por un cordón, un pequeño lápiz.

En Oviedo, se celebraban bailes de salón y máscaras desde enero hasta Carnaval en diversas Sociedades y Teatros. Su reflejo en la prensa, nos da una idea de la importancia de estos bailes; y así, el Correo de Asturias, en su número de 7 de febrero de 1893, dedica tres columnas enteras al baile del día anterior del Teatro Campoamor, detallando el ambiente, la decoración y comentando, con sus nombres y una a una, los atuendos y adornos que lucían las principales damas que acudieron.